Presiones sociales y financieras están promoviendo estilos de vida que desafían el plan de Dios para las mujeres. Debido a estas presiones, el rol tradicional de la maternidad y el papel de la mujer en el hogar son comprometidos. Muchas se sienten obligadas a seguir una carrera fuera del hogar, o lo hacen porque quieren ser independientes. Así que muchas mujeres están tratando de manejar una carrera y una familia al mismo tiempo. Les es difícil cumplir con ambas, aun con la ayuda de una guardería o niñera. Mamá no puede estar con su hijo cuando la necesita y no puede disfrutar plenamente de los años especiales del desarrollo del niño.
Si bien las exigencias de la vida parecen demandar todo esto, no permitamos que esto dicte como sean nuestros hogares y nuestra vida. Es posible vivir fiel al plan que la Palabra de Dios tiene para nosotros. Poco después de que Dios creó a Adán le hizo caer un sueño profundo, le quitó una costilla e hizo una mujer (Génesis 2:21-22). “Varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Dios tuvo un plan perfecto en la creación y no ha cambiado. Creó al hombre y a la mujer para complementar y completar el uno al otro. “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (1 Corintios 11:11-12). A los ojos de Dios, el varón y la hembra valen igual. La comunión que ella tiene con el Creador y su aprobación de ella es completa. Sin embargo, el hombre y la mujer tienen roles diferentes. En 1 Corintios 11:3 se define claramente que el hombre es la cabeza [líder] de la mujer y la mujer debe estar sujeta a él. Cuando se practica esto con amor cristiano, hay paz y contentamiento.
El primer paso en buscar el orden de Dios para la vida es convertirse y ser hija de Dios. Cuando el corazón de una mujer está entregado completamente a Dios, ella puede entender el propósito de Dios para su vida. Luego reconoce y cultiva los dones que Dios le ha dado. El Espíritu Santo le da fuerza, valor y dirección, y honra su vida con humildad. La mujer cristiana también practicará la modestia como se enseña en la siguiente Escritura: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos” (1 Pedro 3:3-5). Si ella ama a Dios con todo corazón, no actúa ni se viste de manera que le atrae atención indebida, sino busca glorificar a Dios. Su ropa y acciones modestas realzan su belleza interior.
Alguien que reconoce sus limitaciones a través de las experiencias de la vida puede llegar a reconocer su necesidad de Dios. Esa persona humilde encontrará que confiar en Dios es un ancla en las pruebas de la vida. Una mujer que confía en Dios y se somete a él se libera de una multitud de problemas frustrantes. Confiando en Dios, ella encuentra que es más fácil someterse a su esposo. La sumisión es una virtud hermosa y puede enriquecer la vida de cada mujer. Ella será bendecida con seguridad y contentamiento cuando sigue el plan de Dios para su vida.
Por lo general, uno de los deseos de cada mujer es casarse y tener hijos. Ella fue creada de manera única para la tarea especial de dar a luz a hijos. Dios les dijo a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos” (Génesis 1:28). Cuidar y criar a su hijo es uno de los mayores privilegios para una mujer, y su influencia como madre afecta la vida de sus hijos y su destino eterno. Si una mujer elige no tener hijos, pierde una de las experiencias más gratificantes en la vida. El amor físico y emocional en un matrimonio debe ser puro y es dado a una pareja para su placer y la continuación de la raza humana.
En el huerto de Edén Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; Le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Esta escritura establece el rol de la mujer en relación con su esposo. Este compañerismo y ayuda es una realidad hermosa que aún se puede experimentar en los hogares hoy día. “Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efesios 5:33). En tal ambiente su vida se llena con sentido y propósito.
A veces las mujeres buscan la independencia e igualdad en el trabajo. Ella puede perder el respeto de la gente y la aprobación de Dios haciendo eso. En lugar de competir, la mujer cristiana debe formar una relación con su esposo que le complementa y apoya.
La Biblia enseña a las mujeres jóvenes “a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos” (Tito 2:4-5). La madre es el latido del hogar. Allí ayuda a su esposo a sentar la base de normas morales. La calidez de su espíritu quietamente establece seguridad y confianza en la vida de sus hijos. La mujer que acepta el orden divino de Dios para el hogar será bendecida.
Aunque la prioridad de una mujer es su hogar, su rol abarca más que eso. En la Biblia hay ejemplos de mujeres piadosas como Rut, la mujer sunamita y Dorcas, que desinteresadamente sirvieron a otros. Hoy día hay lugar para la mujer cristiana servir a la humanidad en roles que no sean de liderazgo. Ella es un ejemplo vivo de piedad cuando ejerce sus atributos innatos de amor, benignidad y compasión.
Dios tiene un plan hermoso que alegra, satisface y libera a la mujer. En su sabiduría y gracia creó a la mujer para un propósito que solo ella puede cumplir. Satanás hace todo lo posible para confundir este orden. A medida que cada mujer cumple su papel viviendo en obediencia sumisa a la voluntad de Dios, ella derrota el propósito de Satanás. Con la gracia de Dios en su corazón, puede servir a otros con humildad y alegría en las experiencias cotidianas de la vida, ya sea casada o soltera. Desempeñando su rol en el plan de Dios, una hermosa armonía brota en el corazón, el hogar y la comunidad, y Dios es glorificado.