“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).
Todo el mundo quiere ser libre. La libertad de expresión, de pensamiento, de religión y de la prensa es básica en muchas sociedades hoy día. La sociedad encuentra que es necesario limitar la libertad de los infractores de la ley para que la humanidad pueda gozarse de la libertad debida. Por eso existen las cárceles. Los infractores de la ley fácilmente pueden encontrarse en una cárcel literal.
¿Se encuentran verdaderamente libres las personas mientras se gozan de las libertades mencionadas? o ¿quizás estén encarcelados en otro tipo de cárcel? La Biblia nos enseña que pueden estar en una prisión mientras se deleitan en la libertad. La persona que cuenta una mentira se encuentra esclavizada por ella, y muchas veces tiene que contar otra para no descubrir la primera. Las personas que comienzan a fumar, o tomar, o experimentar con las drogas se dan cuenta después, cuando quieren dejarlo, que no pueden. Otros han quebrantado sus votos de matrimonio para buscar los placeres, y después se encuentran ni con placeres ni con hogar. Estos son ejemplos de la esclavitud que trae el pecado.
Todo el mundo nace en pecado, y es esclavo de el. La Biblia nos dice “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” y “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 3:23; 6:16). Lea también Romanos 3:10. Mientras todavía vivimos en nuestros pecados, estamos en una prisión espiritual.
¿Cómo pues, podemos ser librados? Podemos tener la libertad y felicidad verdadera; ser libres del temor, de culpa y de la condenación del pecado cuando estamos en paz con Dios, y nuestras vidas concuerdan con la voluntad de Él. Por otro lado, la esclavitud es el resultado de asirse de la promesa falsa de libertad que ofrece Satanás. Veamos las palabras de nuestro Salvador Jesucristo, “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Para ser librados del pecado, antes que nada, tenemos que admitir que somos pecadores y cautivos. Tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados. El arrepentimiento incluye tener tristeza por nuestros pecados y dejarlos. Para algunos esto parece ser difícil, o casi imposible. Cuando sinceramente ponemos nuestra parte y clamamos a Dios para ayuda y perdón, Él nos guiará paso a paso a un cambio de corazón. Tenemos que aceptar la liberación y el perdón por la sangre de Cristo por medio de la fe en Él. Leemos en la Biblia, “en quien [Jesús] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14). Lea también Romanos 3:24, 25; Romanos 5:1; Romanos 6:23; Hechos 3:19; y Juan 3:3.
¿Cuáles son los efectos de la libertad espiritual? Cuando una persona ha nacido de nuevo como acabamos de hablar, sus pecados son borrados y tiene una conciencia libre de culpa. Ahora tiene poder sobre sus pasiones pecaminosas. En vez de rendirse a la tentación, puede resistir los deseos carnales. El vive una vida nueva en Cristo, y sus metas son diferentes. En vez de vivir solamente para sí, ahora busca agradecer a Dios y ayudar a otros. Su modo de hablar y pasar su tiempo ha cambiado. Se regocija en una vida que está llena de propósito y dirección. Sobre todo, esta libertad trae una seguridad de vida eterna en el cielo. Aún encerrado en una prisión natural, esta libertad de espíritu y corazón puede ser una realidad. Leemos, “de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Vea también Gálatas 5:13.
Jesús, a Ti Voy
De mi esclavitud, noche y tristeza,
Jesús voy, voy a ti;
A tu libertad, gozo y luz,
Jesús, voy a ti.
De mi enfermedad a tu salud,
De necesidad a tu plenitud,
De mi pecado voy a ti
Jesús, voy a ti.
De mi quebranto y fracaso,
Jesús voy, voy a ti,
A la ganancia gloriosa de tu cruz,
Jesús, voy a ti.
De las tristezas del mundo a tu consuelo,
De tempestades de la vida a tu calma,
De aflicción a salmo jubiloso,
Jesús, voy a ti.