Una mañana gloriosa
Los fieles amigos de Jesús habían mirado la crucifixión desde lejos. Sin poder hacer nada, escuchaban el clamor de Jesús. Había sido doloroso observar la muerte de su amado Maestro. Sin duda ese día, cuando Dios derramó su ira contra el pecado sobre su propio Hijo perfecto, habría sido el día más difícil en la historia humana.
Cuando ya oscurecía, dos hombres llamados José y Nicodemo, fueron a la cruz. Ellos no habían seguido a Jesús abiertamente por miedo a los líderes judíos. Estos hombres, quienes amaban a Jesús, sacaron los clavos que los otros habían metido en las manos y los pies. Envolvieron el cuerpo en lienzos perfumados con especias aromáticas y luego lo pusieron en una tumba nueva.
¿Sería posible que hacía apenas unos días Jesús había entrado triunfalmente a Jerusalén, delante de la multitud que lo alababa? Ahora, en tan solo 24 horas, había sido traicionado, juzgado, condenado, y crucificado. Para los seguidores de Jesús, la vida les parecía sin esperanza.
Muy temprano la siguiente mañana, varios sacerdotes y fariseos fueron a Pilato. Le dijeron:
—Aquel engañador una vez dijo que en tres días iba a resucitar. Será mejor que dieras la orden de que la tumba sea resguardada. Puede ser que los discípulos vengan a robar el cuerpo y digan que ha resucitado. ¡Ese sería el peor engaño de todos! —Para agradarles Pilato ordenó que la tumba fuera resguardada día y noche.
Al amanecer del tercer día después de su muerte, un gran terremoto sacudió la tumba. Una luz brillante cegó a los soldados que hacían guardia. Era un ángel del cielo, cuyo rostro era como un relámpago y su vestido era tan blanco como la nieve. Los guardas temblaban de terror ante él, sin poder moverse. Con poder y gran gloria, Jesús se levantó de la muerte. El ángel quitó la gran piedra que cubría la entrada de la tumba y se sentó sobre ella.
Mientras tanto María Magdalena, María la madre de Jacobo, y otras mujeres caminaban hacia la tumba. Se asustaron cuando vieron al ángel. Pero él les dijo:
“No tengan miedo. Yo sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, ¡ha resucitado! Vayan y díganlo a los discípulos.”
Las mujeres se fueron corriendo, temblando y sin poder hablar. Sus corazones estaban llenos de gozo y de temor.
Mateo 27:57-66; 28:1-18; Marcos 15:42-47; 16:1-8; Lucas 23:50-56; 24:1-10; Juan 19:38-42; 20:1
Las mujeres quedaron asombradas al ver a un ángel en la tumba.
Padres:
“Que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4).
Niños:
1. ¿Quiénes cuidaban la tumba?
2. ¿Quién quitó la piedra?
3. ¿Qué le dijo el ángel a las mujeres?