La oveja perdida y el siervo malvado
Un día, algunos fariseos, escribas, e intérpretes de la ley vinieron para escuchar a Jesús. Se asombraron de ver que había con él ladrones, mentirosos, y gente pervertida.
—Jesús no debiera permitir que esos pecadores se junten con gente tan respetable como los judíos —decían—. Tampoco debiera él comer con ellos.
Jesús escuchó las quejas y les dijo:
—Supongamos que alguno tenga 100 ovejas. Una noche se da cuenta de que falta un cordero. ¿Acaso dormiría tranquilo, sabiendo que falta un cordero? Claro que no. A pesar de lo cansado que se sienta, lo buscaría hasta hallarlo. Gozoso, lo traería de nuevo al rebaño. Invitaría a sus vecinos para regocijarse con él, porque halló su oveja perdida.
»Así trata Dios con la gente —continuó Jesús—. Hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por 99 personas que se creen ser justos.
Pedro también necesitaba aprender más de como trata Dios con la gente. Un día preguntó:
—Maestro, ¿cuántas veces debo perdonar a la persona que siempre me ofende? ¿Basta con siete veces?
—No, Pedro —contestó Jesús—. Debes perdonarla hasta setenta veces siete. Escucha esta parábola.
Cierto rey supo que uno de sus siervos le debía millones de pesos. El rey dio la orden de que vendieran al hombre, a su esposa, y a sus hijos como esclavos. Pero el siervo se arrodilló delante de él, pidiéndole misericordia. El rey tuvo compasión de él y le perdonó la deuda.
Cuando el siervo salió, se encontró con otro siervo que le debía sólo un poco de dinero. Agarrándolo del cuello, le dijo: “¡Págame todo ya!”
“Por favor tenga paciencia conmigo y yo se lo pagaré,” le rogaba el siervo. Pero el primer siervo no lo escuchó. Mandó que lo echaran en la cárcel.
Cuando el rey escuchó esto, se enfureció. Le dijo al siervo malvado: “Yo te perdoné tu gran deuda, sin embargo tú no puedes perdonar por sólo un poco de dinero. Por esto, irás a la cárcel hasta que me pagues todo.”
—Recuerden —dijo Jesús—, Dios no los perdonará a menos que ustedes se perdonen el uno al otro de todo corazón.
Mateo 18:10-35; Lucas 15:3-7
El pastor regresa gozoso con el cordero perdido.
Padres:
“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (Mateo 18:11).
Niños:
1. ¿Alguna vez has hallado algo que se te perdió?
2. ¿Te gozaste por haberlo hallado?
3. ¿Se alegra Dios cuando uno perdona al otro?