Entonces, ¿el tomar es asunto tuyo? ¡Eso es cierto! Al menos hasta cierto punto.
Tienes razón. El hombre ha usado el alcohol por miles de años para poder sobrellevar su inseguridad, para alegrar festividades y para ahogar sus penas. Con todo esto dices que el tomar moderadamente está bien.
¿Beber moderadamente? ¿Cuándo llega a ser en exceso? Se puede ir a cualquier centro de rehabilitación, y allí vas a escuchar la misma historia vez tras vez. La persona tenía dinero, prestigio, buen trabajo y buena familia. Pero de repente, al menos así parecía, se encontró de capa caída. Y todo comenzó con un traguito que “no hace ningún daño”. La misma cosa que le hizo muchos amigos se volteó y le causó su ruina. La advertencia bíblica, "El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, Y cualquiera que por ellos yerra no es sabio" (Proverbios 20:1), se había demostrado en su propia vida. Y el demonio de la embriaguez no se satisfizo hasta que la víctima llegó al fondo.
Muchos accidentes de tráfico han sucedido a causa de la torpeza que causa el alcohol. Rosita W. no había tomado mucho; creía que todavía podía manejar su carro. Lo hizo y forzó a otro carro meterse en el camino de un camión que venía en sentido contrario. El resultado: cuatro carros apilados, seis personas muertas, una familia entera destruida. Rosita salió ilesa de la matanza, pero le quedó la responsabilidad de su hecho.
Kenneth, un ministro que iba de viaje a una misión, manejaba en el lado derecho de la autopista. Violentamente y sin aviso apareció un carro por entre la nieve que caía. Le pegó de frente, matando instantáneamente a él, a su esposa, a otro pasajero e hiriendo a su hijo quien quedó lisiado de por vida.
¿Es tu propio asunto si tomas? Pues, eso es lo que miles de choferes tomadores dicen. Las víctimas de tales choferes piensan diferente, al menos las que todavía pueden pensar.
¿Es tu propio asunto si tomas? ¿Qué de la esposa, el esposo o los niños? ¿Cuánto abuso, negligencia, vergüenza e inseguridad sufren ellos cuando tú te emborrachas? Cuántos matrimonios que prometían mucho, han sido arruinados por causa del alcohol.
El hombre y la mujer jóvenes, puros y bien intencionados, después de unos cuantos tragos perdieron la inhibición y la plaga del pecado les persiguió el resto de sus vidas.
Pero tú dices que puedes dejar de tomar cuando quieras. Te sientes muy seguro de poder dejarlo antes de arraigarte muy profundo en el vicio. ¡Pero espera! Dos señoritas fueron un día a contemplar la magnificencia del “Grand Canyon”. Ellas pasaron las barras de seguridad hasta la mera orilla del barranco. Un poco de viento fuerte llegó y una de ellas se desplomó a encontrar la muerte en las rocas abajo. ¿Evitable esto? Sí, si ellas hubieran obedecido las reglas de seguridad.
Aquel que toma quiebra las reglas, está traspasando las barras de seguridad y ahora está a su propio riesgo. Es el primer paso al pecado. En cualquier momento es muy posible pasar del punto no retornable.
El tomar es pecado. La Biblia nos advierte acerca del vicio del tomar. Dice así: “¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor” (Proverbios 23:29-32).
De todos modos, la Biblia ofrece esperanza a todos aquellos esclavizados por el alcohol. José es un ejemplo de los que toman ventaja de las promesas que se ofrecen en la Biblia. José había causado vergüenza a él mismo y a su familia. Estaba en el camino de la esclavitud del alcohol. Un día se acordó de las palabras de Jesucristo; “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Oró entregando su vida a Dios. La carga de pecado que tenía desapareció. Con el perdón vino paz a su corazón. El deseo que antes sentía por el alcohol le dejó y caminaba hacia una vida nueva.
¡Así que, puedes tomar si quieres! Es responsabilidad tuya, es tu pecado, y al fin tu remordimiento.
Mejor, haz como hizo José. El Señor te llama a vivir una vida santa. Tu vida no es completamente tuya. Tienes que dar cuenta de lo que haces con tu cuerpo y de lo que haces con tu espíritu. Otra vez, este verso de la Biblia dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). El alcohol destruye; el Espíritu Santo de Dios edifica. El alcohol tiene la tendencia de sacar lo peor de ti. Mas vivir para Dios desarrolla lo mejor en ti.
Clama al Señor. Pídele perdón. Ocúpate trabajando con los que sirven al Señor. Él llenará los deseos más profundos de tu corazón.