La seguridad para todos los cristianos se encuentra en Cristo. Él murió por nosotros, nos perdonó y prometió un hogar en el cielo para los fieles. Allá estaremos eternamente seguros en su presencia resplandeciente. Aun hoy en día los cristianos pueden tener una tranquila seguridad de salvación entre tanto que permanezcan fieles. Mientras viven, tienen la dirección del Espíritu Santo y cuando mueren, tienen la promesa de un hogar futuro en el cielo.
La redención es disponible para todos
Dios creó la humanidad con el propósito de honrar y glorificarle. Sabiendo que el ser humano iba a caer, Dios planeaba desde la creación redimirlo (Mateo 25:34). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17). Esta redención es para toda la humanidad, como fue proclamado por Jesús en la gran invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
¿Predestinación o escogimiento?
Algunos enseñan que Dios ha predeterminado todo lo que sucede. Según esta doctrina, algunas personas son predestinadas a la vida eterna y otras a la muerte eterna. Creen que su destino eterno no depende de su fe propia ni elecciones personales, sino de lo que Dios ha escogido por ellos. Algunos aun creen que una vez que el pecador ha nacido de nuevo, es imposible que Satanás le lleve a tal persona otra vez al pecado. También enseñan que el nacimiento nuevo comprueba que uno es predestinado al cielo y es incondicional y eternamente seguro.
La Biblia enseña que a Adán y Eva fue dado un mandamiento claro. Ellos escogieron desobedecerlo y por esto fueron castigados. Por toda la Escritura se enseña que el hombre es responsable escoger entre el bien y el mal, la vida y la muerte. Moisés exhortó a los hebreos: “Escoge, pues, la vida” (Deuteronomio 30:19). Josué dijo: “Escogeos hoy a quién sirváis” (Josué 24:15). Sin duda, Adán y Eva podrían haber escogido a obedecer; tú y yo también podemos escoger. Si escogemos la voluntad de Dios para nuestra vida, él nos salva y nos bendice. Si escogemos la vía del pecado, seremos castigados (Romanos 6:23).
Dios quiere que todos sean salvos
Un principio esencial enseñado en la Palabra de Dios es esto: la voluntad de Dios es que todos los seres humanos sean salvos. “El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). “Sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Debemos concluir que los que se pierden no fueron seleccionados de antemano para el infierno, sino que escogieron no arrepentirse ni creer.
La salvación es condicional
El apóstol Pedro, después de dar una fórmula especial para crecimiento espiritual, invita a los creyentes a aceptar “preciosas y grandísimas promesas”, y añadir a sus vidas varias cualidades cristianas. Luego dice a los creyentes: “Procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1:10). Esto indica que la salvación es condicional; depende de la fidelidad de uno. Jesús dice: “Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).
Entonces, ¿qué quería decir Jesús cuando dijo?: “Nadie las arrebatará (mis ovejas) de mi mano”. Vea Juan 10:27-29. Al examinar esta escritura, notamos dos requisitos si las ovejas quieren que el Padre les guarde. Ellos tienen que oír su voz y seguirle en obediencia. No se permite que ninguna persona o poder le arrebate de su custodia segura. Sin embargo, si una oveja, de su propia elección, se descuida en oír y obedecer al Pastor, pronto se extravía de su lado.
Un pecador que responde al llamamiento a la salvación y se salva tiene que seguir a Cristo de allí en adelante. Jesús mandó a los discípulos enseñar a los creyentes bautizados “todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:20). Jesús quería que ellos siguieran en sus pisadas (1 Pedro 2:21) para permanecer salvos. Esta es una condición de nuestra salvación.
Apostarse es posible
En Mateo 18:15-17 Jesús enseña que un creyente que peca y resiste corrección perderá su salvación. Esta escritura da dirección a la iglesia como tratar con miembros desobedientes. Jesús da el mismo pensamiento en la parábola de la vid y los pámpanos. “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:6). Aquí Jesús claramente describe a uno que fue un pámpano (creyente) en la vid pero no permanecía en su doctrina. ¡Pereció!
En 2 Pedro capítulo 2, el apóstol escribe de personas “que han dejado el camino recto, y se han extraviado” (verso 15). Es muy claro que habla de creyentes errados y del juicio de Dios sobre tales. “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (vv. 20-21).
La enseñanza de la seguridad eterna sin condiciones no es compatible con la doctrina de la disciplina de la iglesia enseñada por Cristo y los apóstoles.
Hay fundamento por las advertencias bíblicas
Jesús muchas veces amonestaba a sus discípulos que tuvieran cuidado: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Marcos 14:38). Vea 1 Pedro 5:8, Mateo 24:24, Marcos 13:35-37, Lucas 18:1, Efesios 6:11, 1 Corintios 10:12. “Guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 Pedro 3:17). Pablo escribe de la necesidad de disciplinar su propia vida y dio esta razón: “No sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27).
Ejemplos en las Escrituras de apóstatas
Las Escrituras relatan ejemplos de personas que una vez eran creyentes cristianos pero se volvieron infieles.
Acerca de Judas Iscariote, Jesús dijo: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” (Juan 6:70). Tal vez unos dirían que nunca estaba convertido. ¿Daría Jesús el apostolado a Judas si no estuviera salvo? ¿Le mandaría a predicar, sanar y echar fuera a los demonios? Esto no es razonable. Pedro dijo de Judas: “y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio…de que cayó Judas por transgresión” (Hechos 1:17, 25). ¿Podría haberse extraviado si no hubiera sido salvo?
El libro de Apocalipsis registra los mensajes del Señor a las siete iglesias de Asia y ruega a los que se encontraban faltando que se arrepintieran. Si no se arrepintieran, el Señor dijo que sus nombres serían borrados del libro de la vida. Por ejemplo, el líder de Efeso fue alabado por sus obras fieles, pero reprendido por haber dejado su primer amor. El mensaje continúa: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:5). El mensaje a cada una de las siete iglesias terminó con una promesa “al que venciere”. Las estratagemas de Satanás son tales que los creyentes continuamente tienen que mantenerse cuidadoso en caso de que caigan. Sólo por la gracia de Dios y su Espíritu por dentro podemos ser vencedores.
¿Quién es predestinado al cielo?
Mucho del capítulo 8 de Romanos se dedica al tópico de “La vida en el Espíritu”. Es evidente que para ser salvo hay que andar conforme al Espíritu (v.1), ocuparse del Espíritu (v.6) y no vivir conforme a la carne (v. 13). Vivir tal vida santa es esencial para la salvación. Dios llama a todos a la salvación. Por lo tanto, nadie es predestinado a ser perdido. Por supuesto, Dios ve el futuro, pero eso no afecta en ninguna manera el libre albedrío del hombre ni la necesidad de escoger rectamente en esta vida. La presciencia de Dios es la base por lo que Pablo escribió en Efesios 1:4-12. Se revela otra hermosa verdad en estos versos. Para los que escogen a Dios y su camino, el Padre ha hecho plena preparación para el viaje al cielo. Él los acepta como los suyos (v.6), les da perdón de sus pecados (v.7), les da sabiduría y prudencia (v.8), les enseña su voluntad y propósito para la vida (v.9), promete unirlos (v.10) y les provee una herencia como hijos de su familia (v. 11). El Padre ha hecho cada preparación necesaria y en este sentido les ha “predestinado” a la gloria. Si un creyente no llega a esta meta, será por falta de él, y no por la del Padre.
Supongamos que un amigo amado de lejos nos invita a visitarlo. Sabiendo que no tenemos fondos para hacer el viaje, nos manda dinero suficiente para comenzarlo y también nos informa de unos bancos por nuestra ruta donde podemos conseguir más. Nos manda un mapa detallado en que nuestra ruta está marcada. Incluye muchas notas describiendo puntos de referencia, desvíos, zonas de construcción, lugares de peligro y también lugares de interés especial donde podemos entrar para refrescarnos.
Además, las instrucciones de nuestro amigo nos hablan de lugares donde podemos conseguir comida buena y alojamiento. Incluido con la invitación está este mensaje: “Aquí está mi número de teléfono. Si pierdes el camino o tienes problemas con tu automóvil, sólo que me hables y te mandaré ayuda. Por favor, llegas tan pronto que sea posible”.
Esto es un ejemplo de lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros. Estamos muy seguros en cuanto seguimos su mapa y utilizamos los recursos que ha provisto. En verdad, no hay porque no llegar a la casa de nuestro Padre. Como en la ilustración, podemos escoger otros caminos, tomar desvíos o gastar los recursos que él ha dado para seguir placeres o comprar otras cosas. De esta manera podemos escoger errar del camino. Dios nos ha preparado el camino al cielo, y los principios de la Biblia nos enseñan que la fe en Cristo y una vida de santidad es lo que lo hace posible. Dios ha hecho lo mejor. Ahora nosotros tenemos que poner nuestra parte. Él nos creó. Creó el cielo para nosotros. Desgraciadamente, Satanás está tratando de destruir el plan de Dios. Es nuestro deber resistir las fuerzas malignas, entregar nuestra vida a Dios, poner atención a las advertencias de la Biblia y vivir una vida santa. Entonces, habiendo vencido al mundo, esperamos su segunda venida con confianza.