¿Qué significa este pulso
en mi pecho?
¿Esta búsqueda constante para
la paz y el descanso?
¿Esta soledad que siento?
Aun cuando entre la multitud
me pierdo,
Profundo, fuerte y dolorido
está este vacío;
¡Es real! ¡Tan real su llanto!
¿Qué significa este pulso en mi pecho?
¿Esta búsqueda constante para la paz y el descanso?
¿Esta soledad que siento?
Aun cuando entre la multitud me pierdo,
Profundo, fuerte y dolorido está este vacío;
¡Es real! ¡Tan real su llanto!
Vano mundo, ¿puedes tú saciar esta búsqueda?
Tus vastos almacenes, ¿pueden suplir este descanso?
¡Qué mitigues este llanto anhelante!
¡He aquí! La riqueza, risa, orgullo y fama,
Cuando reclamados ¡De saciar le falta!
¡Es un nombre solamente!
¡Ay, es mi alma! ¡Es su llanto!
¿Ves que cerca está la muerte eterna,
A menos que Dios te dé descanso?
Sepultado, eres de él en parte;
Y así, buscas ser libre del pecado;
¡Para al fin morar con él!
¡Oh desgraciado soy! ¡Perdido en el pecado!
¡De Dios está mi alma separada!
¡Ten misericordia, Señor de mí!
Una voz mi nombre llama, ¡Escucha! ¡Escucha!
“Querido pecador, tú culpa he llevado,
¡Derramé mi sangre por ti!”
“A los que vengan, doy dulce descanso;
Una quietud dentro del pecho,
Hallan solo en mí”.
¡Vengo Señor, ahora a ti vengo!
Humillado en tu cruz me hinco con gozo;
¡Traigo mi todo a ti!
¡En el calvario, una dulce paz es mía!
¡Mi alma está libre, huye mi carga!
(¡Aquí me quedaría siempre!)
Sí, Jesús sacia ese oculto anhelo;
En las alturas, ahora tiene un lugar mi alma,
¡Y ese gran día espera!
Es probable que conozcas este anhelo oculto si Jesús no domina tu corazón. Quizá no entiendes este anhelo por completo. Es tu alma anhelando a Dios. Él la hizo y ella le desea. “Y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Esa alma vivirá por siempre; eternamente.
Hay una gran inquietud que recorre por toda la faz de la tierra; muchos corren de aquí para allá (Daniel 12:4). Una búsqueda confusa e imprudente de placer prevalece en vez de buscar a Dios para la respuesta del anhelo de su alma. Muchos hombres, mujeres y jóvenes abandonan la honradez y el decoro con la esperanza vana de satisfacer este dolorido vacío adentro. Por su esfuerzo de llenar este vacío, es natural que las personas persigan “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16). Es triste pensar que miles, aun millares, están llevados cada vez más dentro de la gran trampa de Satanás por estos deseos. En el día final, enfrentarán la verdad amarga que Satanás era engañoso y que la vida pecaminosa y carnal era una ilusión. De cierto, al llegar al fin de la vida, éstos serán echados en el abismo ardiente del infierno. ¡En el infierno! Allí sufrirán tormentas y agonías horrendas por los siglos sin fin de la eternidad. (Vea también Mateo 25:41; Apocalipsis 20:10-15; 21:8).
Hoy todavía es el día de gracia, el tiempo cuando los pecadores pueden acudir al Señor para hallar el perdón. Hoy, si tu corazón palpita y anhela la paz y el descanso, da la vuelta a él quien tu alma ama. El pecado separa de Dios. Solo hay uno que te puede salvar. Es Jesús, el unigénito de Dios (Juan 3:16). Él anhela salvarte. Solo él puede darte descanso de corazón y mente. Tan tiernamente invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Jesús sufrió y murió en la cruz para redimir nuestra alma (1 Pedro 2:24). ¡Éramos los culpables! La justicia exigía que cada uno de nosotros muera; hasta la muerte eterna. Pero por esta redención, “sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54). Jesús es el inocente “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Amaba tanto a las almas de los hombres que estaba dispuesto dejar el trono de su Padre con toda su gloria y venir a este mundo. Jesús vivía aquí como un hombre y al fin dio su vida en la cruz. Derramó su sangre para expiar nuestros pecados. “Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:15).
Mucha gente piensa que van a ser salvos solo por creer en Jesús. Verdaderamente tenemos que creer en él, pero “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Jesús mismo dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
Tu alma puede estar inquieta, y tal vez sientes temor de la eternidad por causa del pecado en tu corazón. Ven a Jesús con todo tu corazón y pídele que te perdone tus pecados y te limpie de toda iniquidad. El pecado no puede entrar en el cielo. “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). ¡Pero anímate! “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).
Mientras lees estas palabras, posiblemente sientes el Espíritu de Dios tan suavemente tocando tu corazón. ¡Ven a Jesús ahora! Está dispuesto perdonar y librarte de la opresión del pecado y temor.
Para dar respuesta al llamamiento de Dios, ábrele tu corazón. Reconoce que eres un pecador impotente y que estás eternamente perdido. Cree que tu única esperanza es en Jesús, quien sufrió y murió por tus pecados. Esto traerá una profunda tristeza por tus pecados. Al arrepentirte y hacer una entrega completa a Dios, él te perdonará. Sentirás una quietud y paz que satisfará el anhelo de tu corazón. Es menester seguir en obediencia mientras el Espíritu Santo empieza a dirigir tu vida. Te enseñará a confesar tus pecados y hacer restitución donde sea necesario. Esto es el nuevo nacimiento de que Jesús habla en Juan 3:3.
Una persona nacido de nuevo recibe una naturaleza nueva, deseos nuevos y un corazón llenado con el amor de Dios. Jesús, por el Espíritu Santo, mora en el corazón de la persona nacido de nuevo, y el anhelo del corazón queda satisfecho. ¡Tiene comunión con su creador! Mientras se mantiene humilde y obediente a la voz apacible del Espíritu de Dios, será guiado por el camino que lleva a la dicha eterna.
¿Podemos suplicarte una vez más? ¿Vendrás a Jesús hoy? ¡No apagas más “el anhelo oculto!” En un mundo de confusión y desorden donde el pecado está por todos lados, ¡Puedes tener una dulce paz y descanso!