Es natural que los padres amen a sus hijos. Cuando los niños son pequeños, los padres les atienden diligentemente, cuidándoles lo mejor que sea posible. Se regocijan al ver su crecimiento y felicidad. Cuando se enferman los niños, la madre hace todo lo posible día y noche para curarlos. Los padres deleitan al ver que logran alcanzar buenas metas en la vida. Todo esto, y mucho más, es el privilegio y el deber de los padres hacia los hijos.
Si los padres son cristianos, dan a sus hijos un buen ejemplo para la vida, un modelo que desean que sus hijos sigan. Siendo que “el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” (Génesis 8:21), es menester que a temprana edad el niño sea enseñado y disciplinado. Se dice que el niño aprende más por la observación que por la instrucción.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4). Por la mayor parte, la futura felicidad y el destino de los niños dependen de la enseñanza e instrucción que reciben. Viviendo y enseñando los diez mandamientos no es asunto que podemos enfrentar de forma indiferente. Los padres que viven de una manera indiferente e impía tendrán un efecto sobre sus hijos. Al contrario, descendientes de los padres que teman a Dios recibirán muchas bendiciones.
“Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). El pecado deja huellas de tristeza en este mundo, y el pecador segará tristeza y sufrimiento para siempre en el infierno. Sin embargo, el juicio sobre el pecado se quita cuando el pecador se arrepiente y el Señor le perdona. Muchos niños sufren física y mentalmente por causa de los pecados de padres impíos.
La influencia que los padres tienen sobre sus hijos, sea buena o mala, es mayor de lo que muchas veces se da cuenta. Los padres que no adoran a Dios y no leen la Biblia, ni a solas ni con la familia, no cumplen con su deber hacia sus hijos ni tampoco hacia Dios. Padres y madres deben ser fieles y firmes en sus vidas cristianas.
Los padres deben estar alertos a los espíritus malvados que tienen influencia sobre los niños. Tales espíritus sutiles y destructivos procuran controlar un corazón tierno y sensible. Cuando se establecen en la vida de un niño es difícil sacarlos.
El espíritu de rebelión se difunde abundantemente en el mundo hoy en día. Leemos en 2 Timoteo 3:1-2 que en los postreros días habrá desobediencia a los padres. Los espíritus de soberbia, enojo y envidia se hacen evidentes en el corazón de un niño a una edad temprana. Es menester que los padres posean el espíritu de Dios para que puedan discernir la obra de Satanás y corregir a sus hijos como el Señor dirige.
El poder para resistir estos espíritus vendrá solamente por pedírselo seriamente del Señor en oración. El fracaso de no realizar esto con éxito por la gracia de Dios dejará el niño con muchas desventajas frustrantes.
Muchas veces un niño es terco. Cuando no se puede corregirlo por medio de enseñar y rogar con amor y amabilidad, métodos de disciplina más severos deben ser administrados. Esto será para el bienestar y la salvación del niño y también resultará en una bendición para el hogar, el reino de Dios y también la comunidad.
Leemos en Proverbios 13:24: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige”. “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; Mas la vara de la corrección la alejará de él” (Proverbios 22:15). Muchas veces la falta de amor hacia el hijo previene que los padres administren disciplina efectiva.
Estas citas de la Biblia no aprueban ni consienten al abuso del niño. La vara de corrección tiene bien efecto cuando se administra con amor. El dolor que siente el niño también les causa sufrimiento a los padres. Cuando hay amor puro en los corazones de los padres para con el niño y su alma, el castigo crea un vínculo entre los padres y el niño. Los padres que disciplinan con la ira no van a lograr resultados buenos porque la confianza entre ellos y el niño ha sido dañado o aún quebrantado. ¡Oh! Que todos los padres emplearían el método bíblico de instruir a sus hijos; las bendiciones de Dios seguramente les seguirán.
Es esencial proveer al niño un ambiente donde está instruido por el amor y ejemplo. Un ejemplo firme y estable de amor, tolerancia y compasión dará a los niños directivas para una vida constructiva y consistente. Muéstrales que el comportamiento impropio y el mal hablar no necesitan ser corregidos por el rencor ni el desprecio y les habrá demostrado que el corazón tiene la capacidad de tener bondad aún en casos difíciles. Enséñeles que la tristeza y la adversidad pueden sobrevenir a cualquiera, y que todos merecen la compasión y misericordia en el nombre de Cristo. Esto les ayudará a compadecerse de su prójimo.
Demuestre a su hijo que Dios ama a todos sin acepción y él verá los campos blancos para la siega, que vio nuestro Salvador. (San Juan 3:16; 4:35).
Enseñe a sus hijos por medio del ejemplo que la ira de los hombres no obra la justicia de Dios (Santiago 1:20). Así les habrá dirigido hacia la verdad que el hombre es insuficiente de por sí y que Dios es soberano. Él dirigirá los asuntos de todos los hombres según su voluntad perfecta.
Demuestre la bondad e imparcialidad a los menos estimados, y esto mostrará a sus hijos una puerta a la grandeza verdadera.
Enseñe a sus hijos que la gracia redentora de Dios es el remedio de Dios por el pecado y fracaso en todos los corazones humanos, y les habrá dado la esencia real de agradecimiento. Esto les abrirá las puertas de bendición y fe. Si reciben el amor no fingido para la verdad, serán conducidos a la puerta de vida eterna.
Las Bienaventuranzas de la familia
Bienaventurada es la familia que honra al Señor;
Que ama adorar con corazones unidos de amor.
Bienaventurados los padres que el camino siempre tratan de mostrar,
Y llevan a sus niños a la casa de Dios en día de reposar.
Bienaventurada es la familia que no encuentra más grande gozo
Que juntar sus manos en amor cristiano para hacer la voluntad de su Maestro.
Bienaventurada la familia que diariamente se inclina en oración
Y que del aumento de su labor dará al Señor su porción.
Bienaventurada es la familia que se goce
En hacer de su hogar más que un abrigo para la noche.
Bienaventurada la familia que vive en unión;
Que encuentra el uno al otro en dulce comunión.
Bienaventurada la familia que comparte en la carga;
Que se goza y ora juntos cuando la jornada es larga.
Bienaventurada la familia donde la paz y gozo abundan;
Y donde la desconfianza y la avaricia no se encuentran.
Bienaventurada la familia que escoge a Dios;
En lo que se planea, escuchará su voz.
Habiendo hecho en la tierra, con Dios su voluntad,
Tendrán un día en el cielo, con ángeles, un hogar.