- Un hombre se sentaba en un banco del parque con su cabeza apoyada en sus manos. Era la semblanza de abatimiento. Sus botas de trabajo estaban gastadas y su chaqueta estaba deshilachada. Estaba solo en ese día frio de invierno.
- Una señorita recogió la bandeja con su comida y echó una mirada alrededor. ¿Con quién debería sentarse, o, mejor dicho, quién quisiera sentarse con ella? Por desconfianza que nadie quisiera su compañerismo, fue a una mesa en un rincón para sentarse. Un suspiro como un gemido interior le escapó, solo había pasado la mitad de otro día. Ella había vivido con rechazo y abuso, primero de parte de su familia y ahora de sus amigos y sus compañeros de colegio. ¿Había alguna salida?
- La medianoche pasó, luego la una, las dos y las tres mientras un hombre sin dormir dio vueltas en la cama de un hotel. Entre pocas horas le tocaría entretener una audiencia, sacar sus emociones y disfrutar de sus risas y admiración. ¿Pero por qué la inquietud? No era como él esperaba que fuera. Había logrado la fama y fortuna, pero no sentía la paz.
- Ella se acostaba sin moverse, el dolor marcaba su frente. Hace años, había empezado con la pérdida de sentimiento en los dedos de sus pies, luego en los dedos de sus manos. Ahora sus brazos y piernas eran inservibles y solo podía comunicarse por un susurro. Vivía con depresión severo. ¿Qué propósito tenía la vida? ¡O, por alguien que entendiera y ayudara!
Estos y muchas otras situaciones suceden a la humanidad de cada nacionalidad y cultura. Muchas personas, jóvenes y ancianos, enfrentan problemas de salud que no tienen remedio. La enfermedad terminal causa la muerte de mucha gente cada año. La escasez de comida, agua, ropa y alojamiento adecuado son circunstancias muy reales que preocupan a millones de personas.
Mucha gente ha rechazado a Dios para perseguir relaciones terrenales y metas palpables. Esto deja al alma y cuerpo inquietos y vacíos. A menudo las personas culpan a Dios por sus problemas. Sueños rotos, matrimonios fracasados, ruina financiera, el abuso, el abatimiento, las drogas y el alcohol contribuyen a la depresión y suicida en el mundo hoy día.
En el principio, Dios creó un mundo perfecto. Disfrutó de una relación de confianza con Adán y Eve, las primeras personas de su creación. Satanás, el enemigo de Dios, pronto llegó al huerto de Edén y les tentó a desobedecer a Dios. Por su desobediencia, la relación con Dios fue rompido. El pecado y la injusticia proviene de Satanás. Jesús dijo de él: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10). Satanás tiene a usted y yo como objeto de su ira y quiere destruir nuestro cuerpo y alma en el infierno.
¡Jesús es la respuesta! ¡Es nuestra esperanza! Tomó nuestros pecados en sí mismo y murió en la cruz de Calvario para que nuestra relación con Dios podría ser restaurada. Esta relación renovada con Dios nos dará la esperanza. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:10-11). Jesús invita a todas las personas: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Jesús desea que crezcamos en él. Dios oye nuestras oraciones cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados. Nos perdona y nos adopta en su familia. Dios bendice a sus hijos con la presencia constante de su Espíritu Santo. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
El perdón de Dios nos da libertad. Confiar en Dios trae paz a nuestro corazón y mente. La vida tiene un nuevo significado y propósito. Cualquiera que sea nuestra situación en la vida, tenemos esperanza. Esta esperanza nos ayudará a pasar por las tormentas y pruebas de la vida. “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).