Historias De La Biblia
Un día, algunos fariseos, escribas, e intérpretes de la ley vinieron para escuchar a Jesús. Se asombraron de ver que había con él ladrones, mentirosos, y gente pervertida. —Jesús no debiera permitir que esos pecadores se junten con gente tan respetable como los judíos —decían—. Tampoco debiera él comer con ellos. Jesús escuchó las quejas y les dijo:
Pilato no sabía qué hacer. Él no quería condenar a un hombre inocente. Es más, su esposa le había mandado este mensaje: “No hagas nada con ese hombre justo. He sufrido mucho esta mañana en sueños por causa de él.” Pero la multitud enojada, siguió gritando: —¡Crucifíquelo! ¡Crucifíquelo! —Luego todos comenzaron a gritar: »¡Suéltanos a Barrabás! —A estos judíos no les importaba Barrabás, un criminal sentenciado a muerte. Pero ellos sabían que Pilato tenía la costumbre de soltarles a un prisionero en este tiempo. Preferían que soltara a cualquier otro, aunque fuera un homicida, que soltar a Jesús.
Uno de los eventos más grandes de la historia estaba por suceder. Jesús nacería de la virgen María. Él sería llamado Hijo del Altísimo. Antes que Jesús naciera, María visitó a su prima Elisabet. Estuvo con ella durante tres meses antes de regresar a su hogar en Nazaret. José esperaba allí, ansioso de que llegara el día de la boda. Cuando María le dijo que iba a tener un bebé, José se sorprendió. Él creyó que le había sido infiel.
Después de muchos días, José llegó a Egipto. ¡Cómo se debe de haber extrañado al ver el gran Río Nilo y las ciudades llenas de gente! Los ismaelitas vendieron a José como esclavo a un hombre llamado Potifar. Éste era oficial del ejército de Faraón, rey de Egipto. José era un muchacho de buen parecer, simpático, y de mucho ánimo. Su amo Potifar pronto lo puso a cargo de toda su casa.
La Santa Biblia comienza con Dios. Él creó los bellos cielos allá arriba. También creó la tierra para que nosotros viviéramos en ella. Al principio todo estaba oscuro, muy oscuro. No se escuchaba el ruido de ninguna criatura viviente. No se oía el canto de los pájaros. No se oía el ruido de los animales ni la risa de los niñitos. Entonces se oyó una voz: “Sea la luz” ¡y fue la luz! Dios separó la luz de la oscuridad, y las llamó día y noche. Todo esto sucedió el primer día.
Los israelitas vivían seguros bajo la protección de Dios, mientras que los egipcios sufrían graves daños por las plagas. Los egipcios ya habían llegado a temer al Dios de los israelitas y a su siervo Moisés. Moisés le dijo al pueblo: —Dios traerá una plaga más sobre los egipcios; entonces nos dejarán ir. Júntense todos según sus familias, y estén listos para salir de Egipto. A la medianoche, el ángel del Señor pasará por toda la tierra, y matará al hijo primogénito de cada casa. Pero las familias de ustedes estarán seguras si hacen exactamente lo que yo les digo.
Empiezan los diferentes idiomas Los descendientes de Noé muy pronto olvidaron la historia del diluvio. Sus familias siguieron creciendo hasta que hubo mucha gente en el mundo. Además, volvieron a hacer lo malo. Al viajar hacia el oeste, la gente encontró una gran llanura. En ese tiempo todos hablaban el mismo idioma. Hablando entre ellos, dijeron: “Vamos, hagamos ladrillo, y cozámoslo con fuego. Edifiquémonos una gran ciudad con una torre muy alta. Y hagámonos un nombre, para que no seamos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.”
Aunque Moisés creció entre los egipcios y estudió su sabiduría, en su corazón él aún amaba a su propia gente. Los israelitas eran esclavos, pobres, y odiados. Aun así, servían a Dios, mientras los egipcios adoraban a ídolos y animales. Moisés había sentido el llamado de Dios para ayudar a los israelitas y darles la libertad. Pero sus esfuerzos sólo provocaron la ira del rey de Egipto. Tuvo que huir a un país lejano donde trabajó como pastor de ovejas. Un día Moisés vio algo muy extraño. Una zarza ardía en un monte. Ardía y ardía, pero no se quemaba.
El Señor le dijo a Moisés: “Faraón ha endurecido su corazón y rehusa escuchar mi voz. No quiere dejar ir a mi pueblo. Ve por la mañana y ponte junto al río. Cuando llegue Faraón, extiende tu vara sobre las aguas de Egipto.” Moisés y Aarón obedecieron a Dios. Cuando Aarón golpeó el agua con su vara, el agua se convirtió en sangre. Todos los peces murieron y una terrible hediondez llenó la tierra.
Cuando José fue nombrado gobernador de la tierra de Egipto, él hizo su trabajo fielmente y con mucho cuidado. Los siete años de abundancia pasaron rápidamente, y luego vinieron los años de hambre. Aun en la tierra de Canaán, donde vivía la familia de José, escaseó el alimento. Pero su padre Jacob oyó decir que en Egipto había alimento y mandó a los 10 hermanos de José a conseguir para ellos.