“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido” (Lucas 15:4-6).
JESÚS, EL VERDADERO PASTOR
La siguiente historia demuestra el amor y el cuidado que Jesús tiene para toda la humanidad. Un pastor tenía cien ovejas. Amaba a sus ovejas y las guardaba en un agradable valle en las montañas. El valle era un lugar seguro, pero las montañas eran peligrosas. “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará” (Salmo 23:1-2).
De vez en cuando, el pastor llevaba a sus ovejas a las montañas para encontrar pasto. El pastor cuidó de las ovejas, las protegió y luego las llevó de vuelta a la seguridad del valle antes de que se oscureciera. Cuando llegaron al redil, el cuidadoso pastor contó las ovejas mientras pasaban por la puerta. “Volvió, pues, Jesús a decirles . . . Yo soy la puerta de las ovejas . . . el que por mí entrare, será salvo” (Juan 10:7, 9).
SE PIERDE UNA OVEJA
Una tarde, el pastor contó solo noventa y nueve ovejas. Una de las ovejas todavía estaba en la montaña. Curiosa por el mundo que lo rodeaba, esa oveja se había quedado atrás. Hierbas verdes lo atrajeron del sendero. Se detuvo para investigar flores, árboles y arbustos que nunca antes había visto. Cautivada por sus descubrimientos, se olvidó de seguir al pastor y se quedó muy atrás. Cuando llegó la noche, de repente se dio cuenta de que estaba sola y lejos de casa. Tuvo miedo y comenzó a correr. En su confusión, se extravió. No pudo encontrar al pastor, las otras ovejas o el camino a casa.
Cayó la noche y vino una tormenta. La oveja perdida se acurrucó debajo de un arbusto, mojada y triste. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Por fin los truenos y la lluvia cesaron. Los ruidos y las sombras de la noche asustaron a la oveja y empezó a correr de nuevo. Las espinas lo desgarraron y comenzó a sangrar. Detrás de él, lobos aulladores encontraron sus huellas y lo persiguieron.