La Biblia nos dice que Dios sabe todo y que está haciendo un registro de nuestras vidas. En el día del juicio tendremos que dar cuentas por lo que él ha registrado (Romanos 14:11–12). “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (Apocalipsis 20:12). Cuando nos paramos delante de Dios en el juicio, será demasiado tarde para cambiar nuestro destino eterno.
Dios ve ambos lo bueno y lo malo que hacemos. Conoce nuestros pensamientos y actitudes, sean buenos o malos. “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). Seremos juzgados según el registro de nuestras obras. “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:14).
LA ELECCIÓN ES NUESTRA
En esta vida podemos decidir si vamos a seguir a Cristo y sus enseñanzas o si seguiremos los deseos de nuestra carne pecaminosa. En Gálatas 5, la Biblia nombra los pecados de la carne. Éstos son: “Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19–21). Si somos culpables de estos, estos versículos nos dicen que no podemos heredar el reino de Dios. Por medio de la gracia de un amante Padre celestial, recibimos el perdón de pecados cuando nos arrepentimos y creemos en Cristo. Entonces la sangre de Cristo cubre nuestros pecados y serán borrados del registro.
La Biblia también nombra el fruto que producimos en nuestra vida cuando nos entregamos a Dios. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23). Es un milagro de la gracia de Dios que este fruto puede ser asociado con nuestro nombre en el registro del cielo.
La Palabra de Dios nos advierte de las trampas y peligros que nos enfrentarán. “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, ama dores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3:1-5). Es evidente que las condiciones en el mundo no son favorables para la vida cristiana. Estamos rodeados por maldad de todo color. Siendo que somos responsables por todas nuestras palabras y hechos, debemos hacer las elecciones que producirán el fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Hay muchos versículos en la Biblia que nos advierten a no descuidar nuestra salvación. “Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 Pedro 4:18). “Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro” (Éxodo 32:33). “Venid, ved a un hombre [Jesús] que me ha dicho todo cuanto he hecho” (Juan 4:29). Aunque estas palabras son serias, Dios ha prometido perdonar nuestros pecados cuando nos arrepentimos y creemos en la sangre redentora de Cristo. En vez de borrar nuestro nombre, borrará nuestros pecados del registro.
¿ESTÁ TU NOMBRE EN EL LIBRO DE LA VIDA?
Para que nuestros nombres sean escritos en el libro de la vida tenemos que aceptar la invitación de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Ninguno es exento de la culpa del pecado sin la sangre expiatoria de Jesús. Él, por su amor, voluntariamente derramó su sangre en la cruz por nuestros pecados. Jesús dijo a Nicodemo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). También dijo: “Que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3). Jesús invita a todos que vengan a él y sean salvos del pecado.
Cuando nuestro nombre ya está escrito en el libro de la vida, no queremos que sea borrado. Jesús dice: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11). También dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). Estos versículos nos advierten a velar y no descuidar nuestro compromiso de servir a Dios. Satanás es el enemigo de nuestra alma y nos devorará como león rugiente si no le resistimos firmes en la fe (1 Pedro 5:8–9). Necesitamos escudriñar la Palabra de Dios y ser constantes en la oración, para que no perdamos la salvación. Tenemos la promesa: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5).
PREPÁRATE PARA EL DÍA DEL JUICIO
Hoy es el día de gracia: una oportunidad para arreglar nuestras vidas y prepararnos para el día del juicio. Cuando morimos, nuestros cuerpos mortales volverán al polvo. Pero cuando vuelve Jesús a juzgar el mundo en el día de la resurrección, todos recibirán un cuerpo inmortal que vivirá eternamente o en el cielo o en el infierno. Si hay cualquier mancha de pecado en nuestro corazón, vamos a Jesús hoy para lavarla. Entonces podemos estar listos a entrar al cielo en ese gran día. “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).