Empecé el camino de la vida tan despreocupado y feliz. Era como una mariposa, con alas muy bonitas, y un mundo de flores para ver. La vida parecía maravillosa al mirar hacia el futuro.
No pasó mucho tiempo antes de que mi punto de vista cambiara. Me di cuenta de que tenía que cumplir para ser aceptado. La vida parecía un circo. Había aros puestos delante de mí, en el futuro. Si saltaba a través de los aros, recibía aprobación. Si no lo hacía, pues, todos los demás, sí.
La vida se volvió una actuación. Saltar a través de los aros; lograr ser seleccionado para el equipo de fútbol, o del grupo de porristas, o estar en el cuadro de honor, ir al colegio correcto y obtener una licenciatura. Hice algunas cosas que quisiera no haber hecho, pero todos las estaban haciendo, así que seguí y esperé olvidar. Buscar un buen trabajo y ganar mucho dinero, casarse en el tiempo más apropiado, tener el número correcto de hijos, comprar casa–una casa grande y bella-, y un coche lujoso. Pienso que me estoy cansando. Reunirme en un club–no cualquier club, sino el apropiado–saltar, saltar, saltar. . . La jubilación, necesito pensar en la jubilación–comprar casas, o terrenos-me di algunos golpes, pero adelante, adelante, adelante. . .
Y, de repente, me paro en frente del último aro. Pero, no es redondo, sino rectangular, y está en el suelo. El pasto llega hasta el borde irregular. Y aquí es donde todo se termina.
¿Qué me habrá pasado? La vida no debía ser así. ¿Dónde está la pequeña mariposa con las alas bonitas? ¿Qué pasó con las flores? ¿De verdad era feliz? ¿Y, qué hay de mi alma? ¿Se trataba de esto solamente?
“Dios, ¿qué pasó?
“Me da alegría de que al fin preguntes,” Dios respondió. “Te llevo para atrás y te muestro lo que salió mal y cómo tu vida pudo haber sido si hubieras escogido mi camino.
“Cuando eras un niño, Yo estaba contigo. Todos los niños están bajo mi cuidado. (Mateo 19:13-14) ¿No recuerdas a la pequeña mariposa con las alas tan bonitas?”
Se me partió el corazón al recordar esos días felices e inocentes, idos, idos para siempre.
Y continuó Dios: “Llegó el momento en que te volviste responsable por tus propias decisiones. ¿Recuerdas la discusión que tuviste con tu mamá? Te hizo sentir horrible, pero no quisiste admitir que tuviste la culpa. Elegiste tomar tu propio camino.
“Te traté de detener. ¿Recuerdas cuando tu mejor amigo falleció? Tu sensación de soledad, eso era Yo, hablándote. En el fondo de tu corazón supiste que las cosas no estaban bien, pero tenías miedo de cambiar. Temiste de lo que pensaran tus amigos; así que, me ignoraste y desviaste mucho más lejos de mí.”
La voz de Dios se puso triste. “¿Recuerdas los años en la universidad?”
“¡Oh! Dios, no me lo recuerdes. Procuro olvidar aquellos tiempos,” le supliqué.
Tiernamente, Dios dijo, “El olvidarse no arregla el pecado. (Eclesiastés 12:14). Me habría dado mucho gusto perdonarte si me lo hubieras pedido, pero nunca me lo pediste. (1 Juan 1:9). Todas aquellas veces en que te sentiste solo y triste, eso era yo, llamándote, pero no me prestaste atención.
¿Te recuerdas de cuando obtuviste ese buen trabajo? El sueldo era magnífico, pero, ¿te sirvió como pensabas que te iba a servir? (1 Timoteo 6:9). Te traté de decir que la felicidad viene sólo de mí. Por un ratito consideraste andar en mi camino, pero te pareció demasiado difícil, así que seguiste tu propio camino. Oh, si tan solo hubieras venido a mí, te habría dado lo que estabas buscando–la paz en tu corazón, la paz en tu hogar, y confianza en el futuro.” (Mateo 11:28).
Continuó Dios: “Estabas demasiado ocupado. Traté de platicar contigo en esas tardes frescas y bonitas, pero no quisiste escuchar. Traté de llamar tu atención durante las tormentas. Pensé que tal vez estuvieras escuchando, pero no. Si tan sólo me hubieras escuchado, te habría podido ayudar a resolver los problemas entre tú y tu esposa. Habría prevenido tanta tristeza. (1 Pedro 3:7).
“Si hubieras orado y me hubieras pedido sabiduría, te habría ayudado a tratar con tu hijo. Podría ser tan diferente ahora. (Proverbios 29:17). Pero no, estabas demasiado ocupado, eras sabio, demasiado grande como para volverte a mí.”
Al darme la espalda, Dios me dijo: “Malgastaste tu vida en tus propios caprichos egoístas, y ahora estás perdido para siempre.” Entonces sentí que me deslizaba de Dios, lejos, y más lejos.
¡Perdido, para siempre perdido! ¿Qué significa eso? Significa estar sin Dios–para siempre–en un lugar de tormento preparado para el diablo y sus ángeles. (Mateo 13:41-42).
Pero tú puedes cambiar esto. Si te enteras de que las cosas no están bien en tu vida, admítelo. Voltea a Dios, arrepiéntete de tus pecados, y rinde tu voluntad a Él. (Hechos 2:37-38). Dios te ama, y te quiere perdonar (Juan 3:16). El precio ya se pagó (Romanos 5:8-11). Jesús murió en la cruz en tu lugar. Pagó el rescate para que pudieras ser salvo. Puedes tener la paz y el descanso en tu corazón, y, al fin, el cielo (Juan 14:1-3).
De esto se trata.