La Biblia dice: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).
El uso de las palabras profanas es un hábito muy prevalente y malo entre la sociedad. Afecta adversamente nuestra relación con Dios y los hombres. El uso de las palabras profanas es asociado con una manera de hablar que no es sagrada ni santa. También tiene que ver con la irreverencia hacia Dios y los hombres, desdén para cosas sagradas y la blasfemia. En Éxodo 20:7 leemos: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”. Muchas veces es por ignorancia que se usa palabras profanas, especialmente entre los niños. Este hábito, que se forma en la juventud, puede durar por toda la vida y es muy difícil librarse de ello. En Santiago 3:6 leemos: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”.
El significado de algunas palabras profanas es que Dios condenara en vez de perdonar, encarcelara en vez de librar, desechara en vez de rescatar. También insinúe que Dios usara su poder para castigar en vez de bendecir o tener misericordia. ¿Debe alguna persona ser privada de toda felicidad de cuerpo y alma en el mundo, y en la eternidad no hallar la entrada al cielo y ser echado en el infierno? La condenación horrible que el hombre puede pronunciar sobre él mismo no es describible cuando uno está entregado y bajo el control de Satanás. Cuando Dios abre nuestros ojos a lo que nos ha dominado, llega a ser aborrecible. Jesús dijo: “Y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mateo 5:22).
El apóstol Pablo escribió en Efesios 5:4 a los que se dicen ser cristianos: “Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias”. A menos que el corazón del hombre sea limpiado por el Espíritu Santo, de alguna manera u otra la lengua sigue siendo un mal desenfrenado. Aunque el hombre cese y se abstenga de pecados como las palabras profanas y otros males similares, la boca habla de lo que está en el corazón. “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás
condenado” (Mateo 12:36-37).
“El Señor…es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Estamos todavía en el día de gracia y podemos prepararnos para encontrar a Dios. Nos rescatará de nuestros pecados, si le permitimos. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5). Jesús hablaba de su propio ministerio cuando dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18).
Hoy todavía hay perdón por nuestros pecados, si acudimos al Señor Jesús, quién hizo la expiación por nosotros por su sangre derramada. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18). “Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:24). “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Tú cuentas de ti mismo
Tú cuentas de ti mismo
Por las palabras que hablas, por los amigos que buscas,
Por la manera que tu tiempo libre ocupas,
Por el uso de tu dinero que ganas.
Tú cuentas lo que eres por las cosas que te pones,
Por el espíritu con que llevas tus pesares,
Por el tipo de cosas de que te ríes,
Por los cantos que cantas, sólo unas frases.
Tú cuentas lo que eres por tu manera de andar,
Por las cosas de que te encantas hablar,
Por la manera que soportas ser superado,
Por los libros que escoges del librero llenado,
Por una cosa tan sencilla: la manera que tú comes,
Por estas cosas y más, tú cuentas de ti mismo.
“No reine, pues, el pecado [pensamientos, palabras o hechos injustos] en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Romanos 6:12). “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal…” (Colosenses 4:6).