Tratados
“Venid, ved.” Estas palabras escritas en Juan 4:29 fueron habladas por una mujer samaritana con un sentido de asombro y admiración. Ella acababa de conocer un hombre en el poso del pueblo que dijo que era el Mesías. Aunque no hablaron muchas palabras, algo le convenció que Él sabía todo acerca de ella. Ella sintió su amor y compasión aunque estaba viviendo en pecado. Con urgencia regresó a su pueblo, olvidándose de su cántaro. “Venid,” ella dijo, “venid a ver y escuchar por ustedes mismos”.
Jesús estableció su reino cuando estuvo en la tierra. Nosotros que hemos entrado en este reino hemos hallado que es un lugar de placer profundo y satisfacción duradera. Es un reino de paz. Allí no hacemos instrumentos de destrucción, ni nos adiestramos para la guerra (Isaías 2:4). El mundo ha tenido muchos reinos en el pasado, pero han ascendido por la fuerza de sus reyes y guerreros y han caído por sus debilidades.
El Señor vendrá como ladrón en la noche: inesperado (2 Pedro 3:10). ¿Y por qué creemos que será pronto? Mira a tú derredor.
El Señor vendrá como ladrón en la noche: inesperado (2 Pedro 3:10). ¿Y por qué creemos que será pronto? Mira a tú derredor. ¿Qué es lo que ves?
Todo el mundo adora algo. Algunos adoran objectos, algunos adoran a un hombre, algunos adoran una imagen y otros se adoran a sí mismo. Revelan su devoción a su dios de varias maneras. Aunque muchos se dedican a estos dioses, todavía sienten un anhelo y llanto en sus corazones. El alivio que encuentran para el clamor de sus almas es de corto plazo y tienen poco valor para enfrentar el mañana. Para su decepción, el futuro es siempre lo mismo que el pasado. El dios al que sirven es incapaz de llenar el vacío en sus vidas.
La oración es una petición humilde dirigido a Dios el Padre en el nombre de Jesús. La oración es una expresión de nuestro corazón hacia un padre amante en el cielo. Por medio de la oración nuestro espíritu comunica con Dios, sea por medio de palabras o por pensamientos. Dios quiere que hablemos con él. Podemos acercarnos a él con gratitud, súplicas y decepciones.
Recuerdo cuando niño que vivía en una casa muy pequeña en una reserva con mi padre, madre y hermano pequeño. La casa tenía dos pequeñas habitaciones y un entretecho. Puedo recordar estando sola en varias ocasiones con mi hermanito, comiendo avena cruda y dando leche en polvo a mi hermano en su biberón. Mi madre y padre iban a la ciudad a tomar y no volvían hasta por un día o más. Muchas veces nos quedábamos en un vehículo fuera de la cantina hasta tarde en la noche esperando a nuestros padres. Salían y nos daban papas fritas y soda y otra vez entraban.
¿Da respuesta la Biblia a la pregunta hecha muchas veces, que si puede uno tener evidencia de salvación? ¿Puede el hombre saber si son perdonados sus pecados o no, o tiene uno que esperar hasta el día del juicio para saber? Sería un peligro muy grande y desafortunado dejar esa pregunta tan importante pendiente hasta entonces.
¿Qué debo hacer para ser salvo? ¿Cómo puedo lograr la paz hoy y alcanzar una morada celestial en el futuro? Tenemos que ir a Dios para la respuesta. He aquí lo que dice la Biblia en cuanto a Dios y cómo encontrar la salvación. Dios es el supremo Creador del universo. Él es un Padre amoroso que ama a sus hijos y requiere la obediencia y devoción de ellos. Los corrige cuando yerran del camino, pero los perdona cuando se arrepienten. EL CREADOR—En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Génesis 1:1). Apocalipsis 4:11; Hebreos 11:3; Colosenses 1:16–17
¡Eres especial! “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Hay algo reconfortante en darse cuenta de que Dios nos creó a cada uno de nosotros. Dios es el dador de vida; no solo a Adán, a quien se refiere esta escritura, sino también a cada niño nacido en este mundo. ¡Eres especial porque Dios te creó!